Notas previas
Este es el primer «episodio» de una campaña de rol en solitario usando D&D. Yo manejaré a todos los personajes (tres, de momento, pero seguramente añada un cuarto próximamente) y me apoyaré en oráculos y otras herramientas para las labores de Director.
Os dejo a continuación las fichas de los personajes:
Es un proyecto un poco tontorrón para desestresarme después de estudiar. Veréis que hay bastantes referencias a la cultura popular española y, además, como estoy aprendiendo catalán intentaré usarlo de vez en cuando para motivarme. Si algún catalanoparlante ve algún error, por favor, indícamelo amablemente para aprender. En esta entrada hay un fragmento que me ha parecido difícil y que ya traduciré. Tiempo al tiempo.
Sin más dilación, las aventuras de estos tres:
Premisa: Gonzalo y Serena se enteran en la taberna de que cerca hay un campamento goblin que está dando problemas. En principio no despierta su interés, pero cuando alguien menciona que parecen poseer un objeto mágico de gran poder Gonzalo decide aceptar el trabajo de acabar con ellos. Por un precio razonable, claro.
La taberna “El hijo lustroso” había conocido tiempos mejores. Su larga barra de madera maciza está poblada solo por un par de parroquianos que besan de vez en cuando sus pintas. La tabernera, una joven morena de fuertes brazos y el cabello cubierto por un pañuelo negro, masajea con un trapo vasos limpios y viejos. Un día más en una taberna más en un pueblo más.
La puerta gruñe formando un rectángulo de luz que brilla con el polvo acumulado de años. Un hombre y una mujer entran aproximándose con tranquilidad a la barra.
—… con tiza y un poco de esmero. ¿Me entiendes?
—Sí, sí, me lo has contado ya cuatro veces. Te recuerdo que yo sí que he sido capaz de llevar a cabo el ritual y tú no –dijo la mujer.
—Estoy trabajando en ello, pero no deberías presumir tanto. Buenos días, ¿podría ponernos dos pintas de cerveza, por favor?
—Claro.
La tabernera toma dos pintas con maestría y las llena de un barril que hay pegado a la pared.
—¿Qué les trae por aquí? —dice mirándoles de arriba a abajo. Son una pareja peculiar. La mujer parece una especie de bestia, con dos colmillos que sobresalen de su mandíbula inferior y se acomodan sobre su labio. Además, viste una armadura vieja y carga con una espada y un escudo. Una guerrera, o una mercenaria, tal y como piensa la camarera. El hombre, en cambio, tiene un aspecto más sofisticado, urbano. Su sobretodo tapa unas ropas sencillas de viaje y se apoya en un bastón con inscripciones que le hacen un poco de daño en los ojos. «Quizá sea un mago» piensa la mujer mientras les sirve las pintas.
—Estamos de paso —dice la bestial mujer con unos modales muy recatados. —Nos tuvimos que desviar del camino real y estamos siguiendo la Ruta de la Lana hasta llegar a Villa Augusta y volver a cogerlo.
—No es buen momento para un desvío así, los caminos son peligrosos y en los nuestros no hay patrullas como en el real. Además hay menos gente que los usa.
—Gracias por la advertencia, tendremos más cuidado a partir de ahora. ¿Cuánto costaría pasar la noche? ¿Tienen habitaciones disponibles?
—Sí, por 5 piezas de plata cada uno puedo darles habitaciones individuales. O una de matrimonio, disculpen —al decir esto último se sonroja.
El hombre, sonriendo, le responde:
—Dos individuales estará bien. ¿Cenar, desayunar, dormir y estas pintas cuánto sería?
—16 monedas de plata y 8 cobres, señor.
—Aquí los tiene, así no nos tenemos que preocupar luego.
El hombre cuenta monedas de una pequeña bolsa de cuero y deja sobre la barra una moneda de oro y ocho platas.
La mujer, viendo la generosa propina le dice:
—Parecen ustedes personas de… Recursos y de acción. No sé si quizá podría interesarles esto.
Y pone sobre la barra un cartel de recompensa. El hombre lo lee con detenimiento.
—Trasgos… Y la paga no es especialmente generosa… Déjeme consultarlo con la almohada.
Uno de los parroquianos, que ha estado escuchando toda la conversación, susurra:
—Estrangers.
—Si us plau, si tens quelcom qui dir, digues de forma que l’scolte.
—¿Vostè parla català?
—Sì. Jo soc mag a la Cort del Duc Ricar de Formellosa.
—Perdoni-me, bon senyor.
[Tirada de carisma para obtener más información. Ventaja. 19/16 +1. Objetivo 15. Éxito]
Y sigue diciendo.
—[Traducir al catalán] Bueno, igual le interesa saber que hay rumores de que los goblins tienen un artefacto mágico de gran poder.
—Ara tens tota la meva atenció.
—No sé més. Adeu-siau!
—Moltes g. Y… se fue.
Dicho lo cual el señor se levanta dejando atrás unas monedas sobre la mesa. El mago se gira y mira a su acompañante.
—¿Qué te parece?
—Lo de los trasgos no me gusta, lo otro puede ser interesante. Para ti, claro.
—Es lo que pensaba. Disculpe, —dice girándose a la camarera. —¿mañana podría tenernos un desayuno contundente bien temprano?
—Claro, si ponen remedio a todo este asunto me encargaré de que desayunen estupendamente.
—Muchas gracias. Pues nada, lo que tengas en la olla nos servirá de cena, ¿te parece si nos movemos a alguna de esas mesas?
—Sin problema, ahora os llevo todo.
Los dos viajeros se levantan y acercan a la mesa más apartada. El mago se sienta y saca un libro que ojea despreocupadamente mientras su compañera se quita la cota de malla, que deposita sobre su macuto doblada de una forma peculiar. Habiéndose quitado un peso de encima, la semiorca se sienta frente al mago y echa un ojo a lo que está leyendo.
—¿Poesía? Se te va a secar el cerebro como a Don Quironte de Mancheguria –dice riéndose de su propio chiste.
—Amorosa, de la cual podrías aprender una cosa o dos.
—No hay nada en esos libros que no pueda aprender cogiendo a un buen par de tíos tras una jornada de trabajo, si tú me entiendes.
El mago, sin poder evitar poner los ojos en blanco, responde:
—Sí, sí, ya sabemos todos que eres irresistible y que has estado con cientos de hombres que han caído rendidos tus pies.
—Miles. Y deberías ser más respetuoso si no quieres caer rendido a mis pies de un buen mamporro.
—Disculpa. En fin, ¿cómo ves esto?
Y le desliza sobre la mesa el cartel.
—Creo que no deberíamos ir a matar a un puñado de inmigrantes solo porque unos paletos tengan miedo.
—Ya, pero si tienen un artefacto mágico… Quizá valdría la pena investigar. En esta zona hay túmulos del Reino Antiguo, puede que se hayan topado con algo peligroso para ellos y para el resto.
—Eso no pasaría si les dejaran dormir en los pueblos en vez de forzarles a buscarse la vida en cuevas y ruinas. Pero sí, estoy de acuerdo.
En ese momento el mago ve a la camarera acercarse y le hace un gesto a la guerrera para que guarde el cartel y libere la mesa. Les pone delante unos cuencos de madera llenos de guiso perpetuo y un par de vasos de gazpacho.
[Tirada de percepción de Gonzalo. Dificultad 15: 18+2. Éxito]
Gonzalo no puede evitar fijarse en que su compañera lanza una extraña mirada a la camarera, y que esta se la devuelve en un extraño entendimiento mutuo.
En cualquier caso, la cena está servida y tras varios días en el camino una comida caliente y hecha con ingredientes de verdad les sabe a gloria.
—Perdón, ¿puedes…?
—Voy a empezar a cobrarte —responde el mago. Con un gesto y un susurro señala el plato de la semiorca, que lo saborea encantada.
[Lanzamiento del truco Prestidigitación para cambiar el sabor de una sustancia inerte]
—Tengo que enseñarte cocina orca de verdad para que aprendas a qué sabe el picante de verdad.
—Supongo que enseñármela para que la disfrute no es una opción.
—Mago, eres demasiado sensible.
La charla continúa un rato mientras comen hasta que, finalmente, cargan de nuevo con sus mochilas de viaje y son guiados por la camarera hasta sus aposentos, que consisten en dos sencillas habitaciones contiguas.
—Perdón, ¿tú nombre era…? —pregunta el mago.
—Matilda.
—Encantado, yo soy Gonzalo y mi amable acompañante es Serena. Muchas gracias por todo, espero que no sea mucha molestia lo del desayuno temprano.
—No, para nada, en cualquier caso tengo que madrugar para preparar la taberna así que…
—Bueno, aun así se lo agradecemos mucho —dice Serena.
—No es nada, de verdad. Os dejo un par de velas por si necesitáis moveros. ¡Hasta mañana!
Les da una vela a cada uno y, cuando se da la vuelta, Serena le da la suya a Gonzalo.
—Gracias, buenas noches, Serena.
—Buenas noches, mago.
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