(Spoilers a quemarropa)

«Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo»

Slavoj Žižek, posiblemente

Creo que ya he dejado reposar esto lo suficiente. Reconozco que el año pasado, en vista de que iban a estrenar la película ese año, me compré el libro y me lo leí ese mismo verano. Desde entonces no he vuelto a tocar el libro, que acabo de recuperar. De él recuerdo una construcción del mundo interesante, con personajes lánguidos y desdibujados en tramas con una complejidad que el autor no consigue manejar. Hombres, y sobre todo mujeres, construidos con pereza y aderezados con misoginia: el tipo de libro que padece mucho el paso del tiempo.

La película, en cambio, acomete con acierto la simplificación de las tramas y la puesta en valor de los personajes. Los protagonistas consiguen destacar sobre la espectacular fotografía y la enorme banda sonora que se despliega ante nuestros ojos. Pero sigue habiendo un problema. La historia no es algo que los personajes hacen, es algo que les pasa.

Porque, os voy a ser claro: todos en el libro me la soplan me dan igual. Las interpretaciones son soberbias pero ello no elimina el problema de fondo antes mencionado. Y esto entronca con la cita que abre esta reseña. A nosotros, como a los protagonistas de la obra, el capitalismo nos pasa por encima. Somos motas de insignificante especia a la espera de que un gusano gigante pase por ahí y nos devore. Pero será mejor que ilustre esta tremenda afirmación con alguna parte de la película, ¿no? Ojo, vienen spoilers.

La pasión de Leto Atreides

El Duque Leto. Qué guapo y qué buena percha tiene. Pero lo que me interesa no es la espectacular interpretación de Oscar Isaac, que exprime hasta la última gota de dignidad y aplomo de este personaje. Quiero hablar de su final. Villeneuve, con una visión excepcional, realiza una serie de cambios en su muerte que muestran el capitalismo en toda su crudeza. Mezclando simbología cristológica (esa desnudez, esa indefensión, esa pasión) con el hecho de que su muerte es completamente inútil. Ese fallo definitivo en su intento de matar al barón Harkonnen es la guinda perfecta a esta imagen del capitalismo arrasando con todo, partiendo vidas por la mitad y recogiendo los beneficios.

El Descendimiento - Colección - Museo Nacional del Prado
El descendimiento, Roger van der Weiden

El duque Leto no debía morir. Podría haber muerto de viejo gestionando su planeta natal pero la política y, sobre todo, los intereses de corporaciones como La Cofradía espacial, los Harkonnen o el propio entramado económico del emperador no podían permitirlo. Eso sí, no olvidemos que el duque Leto pertenece a la cúspide galáctica, él es una víctima, sí, pero tampoco hay que olvidar el genocidio de los fremen o los crímenes de guerra contra los propios habitantes de Arrakeen (la capital de Arrakis) en el bombardeo posterior al derrocamiento de los Atreides.

Dicho lo cual, creo que es muy pertinente recordar que los comentarios más frecuentes tras ver la película tienen que ver con su espectacularidad, con que vale la pena verla en pantalla grandes. Ciertamente, es muy adecuado ser lo más pequeños posible frente al descomunal choque de trenes a cámara lenta del capitalismo.

Conclusión

No me escondo: me ha gustado mucho. Creo que si la completan con una segunda parte a la altura puede ser uno de los hitos del género. Eso sí, claro está, la película no inventa nada y es otro viaje del héroe aderezado con drogas psicotrópicas, monjas ninja del espacio y navecitas… Cosas todas ellas que me encantan. Respecto a la fotografía y la banda sonora, nada que no haya dicho ya el resto de la crítica.

Ah, y no me gusta la iluminación natural en las escenas nocturnas, por mucho que las cámaras digitales sean capaces de funcionar con esa luminosidad. En algo tengo que ser un pollavieja.